viernes, 10 de septiembre de 2010

CONCIERTOS Y DESCONCIERTOS... CON LAS BARRAS BRAVAS

Cinderella y Scorpions alegraron nuestra fiebre de rock, alegraron las ancias de saltar y cantar entre la masa. La fría noche de la capital bogotana fue testiga de una noche agradable al calor de la música de dos bandas de rock que hace algunos años no esperaba ver en vivo en Bogotá. Sin embargo, no eramos los únicos con excusas para reunirnos cerca al complejo deportivo-recreativo del Salitre, frente a la iglesia de la policia, un grupo departia a través de otros temas de su interes.

Llego la hora de salir y del encuentro de las dos manadas. Eran las 10:30 p.m. Los que dejamos atrás a las Princesas y los Escorpiones caminamos hacia la carrera treinta entre unas 15.000 almas rockeras buscando bus, taxi o algo de comer. El otro grupo aún en su cuento hablaban, se embriagaban, reían. La composición de estos grupos no tenía nada distinto, ambos tenían gente joven en su mayoría, algunos adultos, disfrutando, gozando la noche en la ciudad. No obstante, nos encontramos con cinco de ellos, una mujer y cuatro jóvenes en una aptitud hóstil coreaban cánticos alusivos a su equipo del alma, hablaban de la gloria de su equipo de fútbol del alma por el cual celebraban y vivían. Si, nos dimos cuenta que pertenecian a las barras bravas. Eran jóvenes con ansias de pelear, de golpear al mundo, de ser incómodos incluso hasta su propia ropa.

Empezaron a tumbar ladrillos y otros objetos que señalizaban una obra, hablaban fuerte, se venían en una aptitud agresiva y retadora. Los que estabamos cerca o pasabamos, los evitabamos, quedándonos atrás o pasándolos rápido; hablabamos algo en voz muy baja como en actitud de protección y quizás con algo de miedo para esquivar los encuentros desafortunados de los que sabemos protagonizan estos personajes. Pero el zapato encontro su horma, por fin encontraron a una presa de su deseos, era un joven de unos dieciocho años que iba con su novia; su hombro rozo, o provocaron el roce con uno de ellos motivo para que terminaron cuatro de ellos encima con arma blanca tratando de agredirlo y solo la joven que los acompañaba los pudo parar. Quienes pasabamos solo le deciamos que lo dejara y con una impotencia en la boca y en las manos por no podernos acercarnos a defender nuestro derecho a sentirnos tranquilos en una calle cerca al Campín. No nos fuímos hasta ver que el joven tomara su camino.

El joven fue apuñaleado en una pierna y golpeado en la cara, ya lejos de ellos lo unico que decía con ganas de llorar era que solo pueden hacer estas cosas en parche, solos son unos cobardes. Y lo son. Por fortuna, no fue grave la herida pero por un instante y por ese instinto que han desarrollado de bandolero, estos jovenes casi arrebatan una vida más, de esas que a diario se escapan en nuestro país. Al parecer los chicos de la barras bravas lesionan y se burlan de la muerte, de la gente, de la puta sociedad, pero no pueden ni quieren burlarse de la máquina de consumo que vende violencia y pocas alternativas de educación y trabajo, de quienes tienen a los jóvenes desde hace décadas como enemigos de la sociedad y copiando un poco de hooligans, con bandas criminales que polulan en Colombia, con xenofobia.

Pasado el susto y en el taxi, recordaba con ironía que la última del escorpion en su concierto (con un poco de desconcierto por no la cantarla completa) era:

Take me to the magic of the moment
On a glory night
Where the children of tomorrow dream away
in the wind of change


En realidad todos los tiempos tienen cambios.